Joaquín Ferrer Guallar
La sinfonía inagotable de un mar de color
Víctor Juan
Joaquín Ferrer Guallar, Feguars, (Caspe, 1953) inició su formación en la Escuela Municipal de Arte de Caspe. Sus pinceles le han permitido recorrer gran parte del país. En su haber tiene más de cincuenta exposiciones individuales que ha inaugurado en lugares como Zaragoza, Madrid, Cádiz, Barcelona, León o Málaga, y también en ciudades de California, Japón, Portugal, Suecia o Italia… Atesora premios nacionales e internacionales. Los títulos de sus cuadros son las canciones de Labordeta, de Carbonell, de Serrat, de Aute: Palabras para Julia, Al Alba, Canto a la libertad, Me gustaría darte el Mar, Mediterráneo, Aquellas pequeñas cosas… Para muchos de nosotros, Joaquín pinta la banda sonora de nuestras vidas y lo hace en un pentagrama, en clave de sol y en tono mayor, que es el tono de la alegría.
En su infancia, que es también la mía, nuestra mirada se perdía en los montes pardos, los cabezos y los secanos. La vida era siempre en blanco y negro como el NODO de los cines Lucero y Goya de Caspe. Pero Joaquín ha sabido mirar y ha encontrado el secreto del color. Y de esta tierra hermosa, dura y salvaje que cantó nuestro querido y añorado Labordeta, Joaquín ha hecho —con sus pinceles de colores cálidos y alegres— un paisaje.
En su infancia, que es también la mía, había silencio. Nos envolvía permanentemente. No teníamos televisores. Había pocos aparatos de radio. Y nos entreteníamos con los sonidos cotidianos: los cascos de las caballerías sobre las piedras, las canciones de las mujeres mientras hacían las tareas de la casa, el ruido del alteo de las palomas, las conversaciones de la gente en las calles, el canto de los grillos y las chicharras cuando cantaban… El silencio rotundo de la hora de la siesta. También había silencios de lo que no se podía de nombrar, de lo que no se podía preguntar, de lo que no se podía contar. Por eso me llena de felicidad la obra de Feguars, una obra en la que hay luz, colores y música. Las composiciones de Joaquín nos susurran canciones, nos acunan. Sus cuadros esconden poemas. Por encima de los cuadros, de las exposiciones, de los catálogos y de los premios, Joaquín ha atesorado amigos.
Joaquín pinta mientras trabaja en el huerto, pinta mientras camina, pinta mientras conversa con las personas que quiere querer y también pinta frente al lienzo, con los pinceles en las manos. Joaquín ha encontrado lo que busca cualquier filósofo: una manera propia de mirar la realidad. Sus cuadros son minuciosos, hechos con precisión de cirujano cardiovascular. A mí me gustaría escribir como pinta Joaquín.