LA EMOCIÓN VISUAL DE LA MÚSICA.
Ritmo, armonía y color. Son tres conceptos íntimamente unidos tanto a la pintura como a la música. Es mas, cualquiera de ellos se puede aplicar indistintamente a una u otra disciplina. Con estos elementos trabaja Joaquín Ferrer Guallar, Feguar, para convertir sus cuadros en representaciones visuales. Cada elemento reflejado en el cuadro tiene su correspondencia con la canción que suscribe. Un laberinto imaginario donde la capacidad creativa del autor se vuelca en un universo de imágenes.
El ritmo en las composiciones pictóricas está medido de manera visual y se produce mediante la ordenación de los diferentes elementos. Su estructura la vamos ordenando en la mente. Primero percibimos un maremagnum de formas que asoman ante los ojos, pero poco a poco ese enjambre de pulsos musicales se delimita en cientos de figuras geometrizantes, que con una movilidad virtuosa trazan un paisaje. Delimitan un “Aragón” de sinuosas montañas, embarcaciones imposibles que gravitan por el Ebro y literatura universal. Es la narración codificada de unos textos pensados para cantarse en voz alta, mecidos por el pulso de la melodía.
La Armonía se define como el equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo, cuyo resultado va ligado siempre a la belleza. En música se conceptúa como la combinación de notas que se emiten simultáneamente. En la obra de Feguar la armonía toma el significado griego de perfecto equilibrio. Estrellas, círculos, rectángulos o poliedros adquieren una nueva proporción, al mismo tiempo que mantienen una correspondencia medida y equilibrada entre ellos. El artista vincula de manera personal la obra musical a la pintura, al trasmitir mensajes que producen distintas intensidades anímicas. De la misma manera que nadie siente lo mismo al escuchar una melodía, nadie percibe igual una obra de arte.
El Color es la expresión del sentimiento. En las obras de Joaquín Ferrer Guallar, los pinceles parecen moverse guiados por unas notas musicales que va desgranando su cerebro. La melodía se va plasmando sobre la tela por la yuxtaposición de multitud de colores. Instrumentos y voces que van fijando su contorno y al mismo tiempo parecen que se fragmentan en distintas secciones. Emociones que suponen estallidos cromáticos. Arquitecturas imposibles se elevan sobre planos en equilibrio que culminan en perspectivas hacia el infinito. Los bloques geométricos de distintos tamaños y proliferación de formas, van creando personajes, lugares, objetos que identifican historias. Son textos reconocibles ligados al título de una canción, pero ante todo constituyen una expresión de color y de brillante vigorosidad.
El pintor trabaja con dos aspectos formales como son la geometría y la abstracción. La primera es el primer reclamo visual, mientras que la segunda es un trampantojo. Y es que en los cuadros de Feguar todo es una ilusión. Juega con lo que se muestra y lo que se oculta. Un acertijo del cual se tienen las llaves para conocer la respuesta: la música como comedio de la expresión artística.
Desirèe Orús.
Crítico de Arte.